Por José Reza
El acuerdo de paz con la guerrilla ha permitido que se debatan, finalmente, las demandas sociales de los colombianos. El paro nacional condensó las insatisfacciones de los ciudadanos en uno de los países más desiguales de América Latina.
Dilan Cruz al igual que nuestros policías salieron a defender el futuro, y en su lugar encontraron al nuevo imaginario polarizado que hoy es Colombia.
El debate público en Colombia estuvo secuestrado por un conflicto armado de cincuenta años. Pero ahora, en gran medida gracias al acuerdo de paz que desarmó a las Farc, el país puede por fin debatir temas relevantes para cualquier democracia: el acceso a la salud, el empleo, la educación y la seguridad. Pero nos encontramos ante un Estado débil que responde con frialdad a las demandas de sus ciudadanos inconformes.
La noche del jueves 21 de noviembre, con ruido de cacerolas, cerró el paro nacional, el golpe metálico se repitió en varias ciudades y continuó los días siguientes, como una forma de reclamo inédita en este país poco dado a la protesta. El descontento de los colombianos se ha sumado al de otros países en la región —como Chile, Ecuador, Bolivia—, y cuestiona al gobierno de Iván Duque, un presidente impopular que lleva solo quince meses en el cargo.
Los colombianos del pasado tenían dos opciones: sobrevivir en su país deshecho por la violecia o huir en masa. Se ha superado la etapa más sangrienta y precaria de la Colombia moderna y los ciudadanos de hoy no estamos dispuestos a vivir atrapados en ese dilema injusto y decadente. La juventud, sobre todo, sabe que pueden reclamar, y han salido a las calles para exigir una agenda social que, en buena medida, ha faltado de forma recurrente en los gobiernos del país, enfocados en la guerra y no en fortalecer el estado de bienestar
Hoy el presupuesto nacional aprobado para 2020, el gasto en defensa, con la guerrilla más grande ahora desarmada, supera el dedicado a la salud.
Las elecciones regionales de octubre cambiaron el mapa del poder en Colombia. Centro Democrático, el partido de centroderecha en el gobierno, fue el gran perdedor electoral y apareció un nuevo tablero político que revela un cambio hacia el centro; con los partidos tradicionales, Liberal y Conservador, cada vez más debilitados. La abstención bajó y surgieron nuevos liderazgos que asoman una nueva hoja de ruta política.
Justamente esto necesita el escenario de crisis actual: moderación. El Estado colombiano, tan dado al uso del garrote, debe abandonar la agenda de la fuerza y tender la mano a una ciudadanía inconforme y activada. La paz, aún en construcción, plantea a los colombianos un país inédito, que por fin puede mirar de frente los desafíos de una sociedad cuya vida política va más allá del conflicto armado. Esa es la Colombia que necesitamos todos.
JOSE REZA
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