Por: J. J. Rubiano Desde la Orilla del Mar:
Que el gobierno de Duque pregone a los cuatro vientos la crisis económica que vive el país como consecuencia de la covid-19, y pida o demande de la clase trabajadora la comprensión en la negociación del salario mínimo para que sea mesurado y no afecte a la clase empresarial –léase sus amigos-, que es la que mueve la economía nacional y que por otro lado incremente el salario de los congresistas en más de $1.700.000 pesos mensuales, es una muestra clara que este gobierno se burla en la cara del pueblo colombiano.
Me pregunto: ¿Será este el pago del gobierno a los congresistas que le aprobaron la reforma al Código Electoral y otros proyectos en medio de la emergencia por el covid, iniciativas que fortalecieron a los amigos empresarios del partido de gobierno?
Es bueno recordar que fue el mismo Congreso que no aprobó proyectos tan importantes como la renta básica, ni la matricula 0, ni el básico de internet gratuita, ni la licencia extendida de maternidad y paternidad en pandemia, y mucho menos impuesto a los grandes capitales.
Es indignante que, en medio de la crisis, el gobierno le de esta cachetada a la clase trabajadora del país, esa que es la que le está poniendo el pecho a la brisa arriesgando su vida en medio de la pandemia.
Para “bonos” Carrasquilla, Ministro de hacienda el aumento salarial del 5.2% es inferior al del presente año para los congresistas que fue del 6% y se ratifica que el incremento del 2% a los trabajadores es un aumento salarial muy bueno. Es decir, Carrasquilla ve con muy buenos ojos que a los congresistas se les incremente el salario en $1.700.000 mil pesos y a la clase trabajadora solo $17.000 pesos. Sin embargo, Carrasquilla dice que el aumento se hace en cumplimiento de la Ley. Que diligente el gobierno para cumplir la ley en el incremento salarial de los congresistas, ¿pero porque no es lo mismo con el cumplimiento de los acuerdos de paz, o en la protección de los lideres asesinados?, ahí si la ley les vale huevo.
Que se podía esperar de un gobierno fascista de ultra derecha que vive con sed de poder y convencidos –según ellos y sus áulicos seguidores- de ser poseedores de la verdad revelada para los problemas de la nación.
Y cuidado se piensa diferente, porque de una vez quien así lo exprese es tildado de mamerto, guerrillero, castrochavista y pasa a engrosar las filas de los perfilamientos de los organismos de seguridad del Estado.
Creen que el pueblo es tan mar……….. que les va creer cuando salen a decir que no están de acuerdo con ese incremento salarial, que no lo recibirán, cuando todos sabemos que ellos mismos son los que impidieron en el Congreso que se aprobara la propuesta para reducir o congelar su salario.
El 12 de septiembre de 2018 el diario El Tiempo publicó una noticia que tituló; “Crece oposición en el Centro Democrático a bajar sueldos de congresistas” y quien más se oponía a esa iniciativa era nada más que el “bachiller” Macías, lo que demuestra entonces que la postura de hoy de esa colectividad no es más que demagógica para quedar bien ante los colombianos.
Lo creen a uno pendejo estos cafres, que ahora posan de aladies de la moral cuando se sabe que solo están buscando es votos para la próxima campaña electoral.
Ya está más que clara la estrategia del Centro Democrático para el 2022, colocar a Duque a aprobar medidas impopulares y lesivas para ellos salir a rechazarlas y lograr recuperar algo de lo mucho que han perdido a lo largo de los tres periodos de dictadura democrática a la que han querido someter al pueblo colombiano.
El cuento ahora es “salvemos a Colombia en el 2022”, salvarla de que, será del mismo uribismo que fue el que llevó a la debacle a este país, pues los colombianos votaron por el que dijo……..y ahí están las consecuencias.
La historia reseña que los Nazis desarrollaron la misma campaña; Hay que salvar a Alemania y la misma historia nos dice que paso.
Claro que sí, yo estoy de acuerdo que a Colombia hay que salvarla en el 2022 –ojalá se pudiera antes- pero hay que salvarla es del uribismo fascistas que se quiere imponer por encima de la democracia.