En tiempos de crisis, expertos dicen que no solo se espera que se metan la mano en el bolsillo, sino que lideren procesos.
En medio de la crisis más grave en la historia reciente por la implacable expansión el coronavirus que ya deja más de 250.000 infectados en el mundo, la guerra de precios del petróleo y una volatilidad de los mercados que genera incertidumbre al mundo, la población se pregunta cuál será el rol de los hombres y mujeres más ricos del mundo.
Para aterrizar las dimensiones, Jeff Bezos, dueño de Amazon y el hombre más rico del mundo, tiene una fortuna de 113 mil millones de dólares, equivalente a casi el doble del presupuesto nacional para este año. O Bill Gates, fundador de Microsoft —y quien le sigue—, tiene la riqueza comparable a 300 veces la de un departamento como Caldas o Tolima en Colombia.
Guardando las proporciones y en puestos lejanos a nombres como Bezos, Gates y Arnault, Colombia tiene cuatro multimillonarios que aparecen en el listado anual de la revista Forbes: Luis Carlos Sarmiento Angulo, Jaime Gilinski, Alejandro Santo Domingo y Carlos Ardila Lülle. No obstante, la fortuna de estos colombianos suman 15 mil millones de dólares, unos 54 billones de pesos, casi cuatro veces de lo que costarán las medidas iniciales implementadas por el Gobierno para atender la crisis del coronavirus.
Al revisar la lista de los 50 colombianos con más de 100 millones de dólares, se pudo establecer que las principales fortunas son herencias de familias empresariales tradicionales, forjadas por más de cien años de trabajo. La mayoría de estas están ubicadas en el sector de alimentos y hay un rubro importante de infraestructura y construcción. Además, han invertido fuertes sumas de dinero en filantropía: desde fundaciones hasta un centro de investigación para el cáncer. Este medio centenar de familias, herederos y personas naturales están muy por fuera de la realidad que tiene el país, donde, según Credit Suisse, hay 40.000 personas con más de un millón de dólares como patrimonio. El Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) ha señalado que existen 13 millones de colombianos que se ubican en estado de pobreza; 15 millones de personas son clase media, que vive con ingresos de entre 590.000 y 3 millones de pesos.
Entonces, ¿cuál es el rol de estos privilegiados en un contexto colombiano de crisis? ¿Solo radicará en meterse la mano al dril? Expertos explican que la misión de los millonarios va más allá de su buena voluntad, implica liderazgo y vocería. Carlos Sepúlveda, decano de la Facultad de Economía de la Universidad del Rosario, dice que precisamente en estos momentos es cuando se convoca a los líderes que surgen fuera de lo público: “Más que cómo no pierden dinero, buscan cómo salir de esto (…) Hay que hallar oportunidades para ser más eficientes en el ahora, pero también en la recuperación del mañana”, agrega.
Por la misma línea, Claudia Santodomingo, profesora de liderazgo del CESA, explica que la coyuntura es el momento de grandes dilemas éticos y de poner en práctica los conceptos que se estudian en los libros. “Estamos viendo en vivo a las naciones intervenir con la prioridad keynesiana (…) Algunos podemos trabajar desde casa, pero en la pirámide de producción de empresas de manufactura, ¿a quién mandamos a la casa? Si no hay producción no hay abastecimiento, no hay salarios y, ¿el Gobierno está preparado para mantener a las personas?”, discute, y añade que si bien el problema está en buscar el equilibrio entre la economía y el ser humano, también es una oportunidad de alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y generar alianzas no tan exploradas.
Los expertos indican que esas grandes fortunas pueden aprovechar la volatilidad en el mediano plazo para no salir tan perjudicadas, pero en el ahora deben tomar un liderazgo activo, renunciar a beneficios y asumir ciertos costos para que no se trasladen a sus empleados, ofrecer recursos a programas sociales que protejan a los vulnerables, o a sectores que entren en quiebra. Como el caso de Arturo Calle, que cerró sus tiendas, pero prometió no hacer despidos masivos y pagar sus sueldos a sus 6.000 empleados. O cuando Luis Carlos Sarmiento Angulo decide donar 80.000 millones de pesos para alimentos, pruebas diagnósticas y ventiladores.
Iván Jaramillo, investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, explica que la idea no es que los millonarios reemplacen a la Nación, ni que se queden en filantropía, sino que “analicen inversiones que en el largo plazo favorezcan sus bienes y retorno, y no opten por soluciones contrarias al principio del derecho al trabajo”.
Para Santodomingo, uno de los consejos que deberían seguir los millonarios viene de Susana Martínez, CEO de Corewoman, quien dice que en épocas de crisis los emprendimientos tienden a crecer porque la mentalidad es emprender por oportunidad y no por necesidad. Antes del escenario actual, Ventures y la Bolsa de Valores de Colombia aseguraban que había dinero para emprendimientos con proyección a ser autosostenibles, por lo que, para la profesora, invertir en soluciones que respondan a la nueva realidad global no se queda en la ayuda humanitaria, mientras que sí concibe a los millonarios como ángeles inversionistas. “No es seguir solo con la responsabilidad social, es que den dinero a ideas en las que crean. La clave de este momento es no pensar en lo individual sino en el interés de la sociedad”, agrega.
En esa misma línea, el decano Sepúlveda explica que ante una apretada situación fiscal, la salida no puede ser ni aumentar impuestos a los más ricos ni favorecerlos en detrimento de los más pobres, sino facilitar su recuperación y liberar a las empresas más pequeñas. “Lo que se necesita es una política contracíclica para darle un empujón al freno económico, de lo contrario se va a ver impactado el ciudadano del común”, apunta Sepúlveda.
Los académicos coinciden en varios puntos. Sí, los millonarios deben involucrarse de forma activa; sí, el país saldrá con las fortalezas y debilidades expuestas, lo que se traducirá en mejor preparación para escenarios similares en el futuro; sí, conviene generar recursos extraordinarios para los afectados y se debe evitar la quiebra masiva de empresas. Aunque las acciones filantrópicas sirven en lo urgente, el rol de los más acaudalados es mantener esquemas de productividad, dentro de las posibilidades, para proteger el ingreso de los trabajadores, contribuir a las demandas gubernamentales para inyectar recursos en la distribución y protección de los sectores más vulnerables, e invertir a futuro, más que solo dar donaciones. Esto porque en el mediano y largo plazo deberán recurrir a su fuerza de trabajo para recuperar las pérdidas en medio de un panorama que no parece tener una salida antes de 90 días más.
*Con reportería de Andrés Montengro para https://forbes.co/