En un pequeño local que fue cedido para dar clases, desde hace 20 años, Giomar Lorenzo Torres Pérez, todos los días sin descanso llega para recibir sus alumnos, una jornada más en los refuerzos que a diario realiza para niños y jóvenes de Henequén, un corregimiento de Magangué.
Con evidentes dificultades, por lo pequeño del local, la fata de sillas y elementos apropiados para la educación, tiene como objetivo el enseñar a leer, a que sus chiquillos entiendan las matemáticas, o que estos superen cualquier dificultad que tengan para educarse mejor, así es la rutina de Giomar, la misma que desde joven empezó a realizar, cuando se vio sin trabajo y por el consejo de un primo para que se dedicara a dar refuerzos a miembros de la familia, y que con el paso del tiempo se extendió a quien lo requería, hoy tiene 14 estudiantes.
Este magangueleño, recuerda el haber sido un buen estudiante, y se enorgullece al hablar de los 6 diplomas que recibió, el ganar una beca y el de haber participado en un concurso nacional para los mejores bachilleres a nivel nacional; termino la educación media en la institución de Agustín Codazzi en el departamento del Cesar, después decidió regresar a Magangué, y fue cuando tuvo que aceptar el consejo del primo.
Hoy Giomar sobrevive gracias al altruismo de una familia que le da la alimentación, al subsidio del adulto mayor, y a algunos padres de familia que le colaboran con algún dinero, a pesar de ello no pide para él sino para arreglar el pequeño lugar donde da las clases, y tener el número de sillas, mesas, tablero, techo y materiales para poder educar mejor, muchos de los jóvenes tienen que sentarse en los sardineles de la casa.
Nos cuenta que su vocación se despertó porque siente satisfacción cuando ve a los adultos profesionales hoy día, los mismos que tiempo atrás fueron sus alumnos, “no me gusta ver a los niños sin hacer nada, que no puedan lograr sus metas, yo los enseño y los motivo para lograr cosas”, nos relata.
Pero como todo en la vida, algunas cosas lo entristecen, aunque dice ser paciente si siente pesar ver niños que quieren estudiar o a algunos padres desagradecidos, cuando sus hijos terminan y están mejor preparados ni siquiera recibe un agradecimiento.
Se puede decir que se el propio maestro de primaria, el que da todas las clases, comparte su metodología diciéndonos que “yo no quiero que ellos memoricen, mi metodología es diferente, no me gusta la memorización, me gusta que comprendan las cosas”.
En este servicio nadie más le ayuda, porque además los padres de familia no quieren que sus hijos los eduque otra persona, con dificultades y toda su labor la continúa como hace 20 años.
Por lo pronto pide ayuda para mejorar las condiciones, a ese pedido hasta ahora se han acercado una señora llamada Alba Torres y otra que se encuentra en Panamá, las que han mostrado interés de ayudar, otras voces respaldan que las instalaciones de una antigua escuela abandonada en Hanequén y conocida como “Amarillo”, perteneciente a la comunidad, pueda ser utilizada para este tipo de proyectos educativos.
Aún con los años a cuesta Giomar Lorenzo piensa que es posible que los niños y jóvenes de Magangué puedan tener un futuro mejor si reciben buena educación.